A finales de los 60, Estados Unidos vive los peores años de la segregación racial y los negros están a punto de explotar. En la ciudad de Detroit comienzan muchos altercados en las calles teniendo que salir además de la policía local, la policía estatal e incluso la Guardia Nacional. En un hotel, se refugian dos jóvenes, Algee Smith y Jacob Latimore (Belleza oculta), después de entablar amistad con unas chicas blancas, lo que parecía que iba a ser una noche entretenida acaba convirtiéndose en una auténtica pesadilla.
Película de 2017 dirigida por Kathryn Bigelow (La noche más oscura) que desde el punto de vista informativo se podría ver, ya que está basada en hechos reales, pero es que resulta tremendamente infinita, no se da acabado ni a la de tres.
¿Cuál es el problema que tiene para mí?, que los jóvenes protagonistas no son conocidos y de los policías, sólo el que comienza a montar el pollo, Will Poulter (El renacido). Eso por un lado, por el otro que la trama es lentísima y habrá seguro al que le parezca bien, pero os aseguro que a mí se me hizo eterna.
Luego ponen por allí a un guardia de seguridad, John Boyega (Star Wars: Los últimos Jedi) que aparece de vez en cuando, pero casi sin ningún protagonismo. Algo parecido le pasa al amigo de las chicas, Anthony Mackie. Los otros dos policías son Ben O’Toole y Jack Reynor, este último el listo que no supo que estaban actuando en un momento puntual de la historia. Las dos muchachas Hannah Murray y Kaitlyn Dever.
Lo que es de puta pena, es lo que pasó esa gente con los blancos racistas de mierda. Es que no hay por dónde cogerlos, ¡lo que les hicieron pasar! y lo triste es que aún hoy en día siga habiendo peña así.
Por no hablar de la sentencia judicial final, ¡de traca!, ¡joder!, menos mal que es un país libre que si no…
Ciao!